argumento para película española total
argumento para película española total
ARGUMENTO PARA LA PELÍCULA ESPAÑOLA TOTAL
Un hombre se despierta en mitad de Madrid. La ciudad está desierta. Él quiere saber lo que está pasando, alucina, está turbadísimo. Pone cara de “estoy turbadísimo”. Primer plano, que se entienda que está turbado.
Entonces se despierta. Todo ha sido un sueño. Se toca las tetas para comprobar que sigue siendo el mismo travesti yonki de Barranquillas de toda la vida. Tiene una vecina vieja muy dicharachera que dice cosas graciosas en tres secuencias repartidas por toda la película.
La travesti queda con sus amigas putas en paro (una de ellas argentina), que hablan como si hubiesen escrito una tesis sobre Schopenhauer cada una. Para que el diálogo no parezca demasiado irreal, de vez en cuando alguna dirá “cómeme el coño” y todas se reirán. El camarero es muy majo (¿Javier Cámara?).
La travesti se reúne luego con su abuelo. Entra flashback (o viaje en el tiempo, por definir). Contamos una anécdota ambientada en 1937 (posible cameo de Santiago Segura) que muestra la locura fraticida con un punto de amarga comicidad (o cómica amargura, por definir).
Al concluir el flashback/viaje en el tiempo, la travesti confiesa a su abuelo que a veces siente como si cayera en un túnel y, ¡flop!, saliera en mitad del cuento. El abuelo le dice que no le diga más, que eso es porque se llama Pepa, que es un nombre capicúa y los nombres capicúas son lo mejor y lo peor al mismo tiempo. La travesti le dice que Pepa no es capicúa y que además ella se llama Cristina (aunque en su DNI todavía pone Alberto). El abuelo, desconcertado en exceso, grita desconcertadamente que está atrapado en una pesadilla surreal, y exige a voz en grito que alguien le diga la verdad.
A negro. Sobre negro, la voz de cualquier mujer del mundo menos Najwa Nimri susurra: “Graminauer”.
El abuelo se despierta. Todo ha sido un sueño. Vuelve a estar en su casa, que es 10 veces más grande de lo que debería ser para alguien de su clase social para que quepan los focos y eso.
El abuelo se asoma por la ventana y ve, en el piso de enfrente, un desnudo completamente gratuito. Pubis sin depilar, negro como el alma humana (relación hipertextual con la anécdota de la guerra civil). Al bajar la vista a la calle, el abuelo presencia un atentado de ETA (un pistolero dispara en la nuca de un policía). Mientras el etarra huye por la calle, de pronto, cae postrado de rodillas. Vemos el arrepentimiento en su mirada. Se ha redimido.
Pero el abuelo, al comprender la terrible negrura que habita en el corazón de las personas (inserto fulminante del pubis negro), convoca a la prensa para hacer público su deseo de una muerte digna, pero la prensa no va porque está cubriendo una manifestación contra la guerra y contra el terrorismo y a favor del 0´7 y el ecologismo.
En este momento el espectador se percata de que la puta travesti era Javier Bardem, solo que estaba tan bien caracterizado que ni se le reconocía (¿soy yo o huele a Goya por aquí?).
El abuelo abandona la idea de la eutanasia y comprende que la vida es luminosa, colorista, maravillosa (para agilizar el final de la película nos ahorraremos la evolución del personaje).
Acabamos con planos de la ciudad urbana, con sus semáforos, sus inmigrantes y sus cosas, y una voz en off esperanzada que concluye diciendo: “La vida es una mierda, pero al menos hay fútbol” sobre música de Alberto Iglesias. Funde a negro y títulos de créditos.
Nota: eliminar las referencias a España de cara a un posible remake americano.
Un hombre se despierta en mitad de Madrid. La ciudad está desierta. Él quiere saber lo que está pasando, alucina, está turbadísimo. Pone cara de “estoy turbadísimo”. Primer plano, que se entienda que está turbado.
Entonces se despierta. Todo ha sido un sueño. Se toca las tetas para comprobar que sigue siendo el mismo travesti yonki de Barranquillas de toda la vida. Tiene una vecina vieja muy dicharachera que dice cosas graciosas en tres secuencias repartidas por toda la película.
La travesti queda con sus amigas putas en paro (una de ellas argentina), que hablan como si hubiesen escrito una tesis sobre Schopenhauer cada una. Para que el diálogo no parezca demasiado irreal, de vez en cuando alguna dirá “cómeme el coño” y todas se reirán. El camarero es muy majo (¿Javier Cámara?).
La travesti se reúne luego con su abuelo. Entra flashback (o viaje en el tiempo, por definir). Contamos una anécdota ambientada en 1937 (posible cameo de Santiago Segura) que muestra la locura fraticida con un punto de amarga comicidad (o cómica amargura, por definir).
Al concluir el flashback/viaje en el tiempo, la travesti confiesa a su abuelo que a veces siente como si cayera en un túnel y, ¡flop!, saliera en mitad del cuento. El abuelo le dice que no le diga más, que eso es porque se llama Pepa, que es un nombre capicúa y los nombres capicúas son lo mejor y lo peor al mismo tiempo. La travesti le dice que Pepa no es capicúa y que además ella se llama Cristina (aunque en su DNI todavía pone Alberto). El abuelo, desconcertado en exceso, grita desconcertadamente que está atrapado en una pesadilla surreal, y exige a voz en grito que alguien le diga la verdad.
A negro. Sobre negro, la voz de cualquier mujer del mundo menos Najwa Nimri susurra: “Graminauer”.
El abuelo se despierta. Todo ha sido un sueño. Vuelve a estar en su casa, que es 10 veces más grande de lo que debería ser para alguien de su clase social para que quepan los focos y eso.
El abuelo se asoma por la ventana y ve, en el piso de enfrente, un desnudo completamente gratuito. Pubis sin depilar, negro como el alma humana (relación hipertextual con la anécdota de la guerra civil). Al bajar la vista a la calle, el abuelo presencia un atentado de ETA (un pistolero dispara en la nuca de un policía). Mientras el etarra huye por la calle, de pronto, cae postrado de rodillas. Vemos el arrepentimiento en su mirada. Se ha redimido.
Pero el abuelo, al comprender la terrible negrura que habita en el corazón de las personas (inserto fulminante del pubis negro), convoca a la prensa para hacer público su deseo de una muerte digna, pero la prensa no va porque está cubriendo una manifestación contra la guerra y contra el terrorismo y a favor del 0´7 y el ecologismo.
En este momento el espectador se percata de que la puta travesti era Javier Bardem, solo que estaba tan bien caracterizado que ni se le reconocía (¿soy yo o huele a Goya por aquí?).
El abuelo abandona la idea de la eutanasia y comprende que la vida es luminosa, colorista, maravillosa (para agilizar el final de la película nos ahorraremos la evolución del personaje).
Acabamos con planos de la ciudad urbana, con sus semáforos, sus inmigrantes y sus cosas, y una voz en off esperanzada que concluye diciendo: “La vida es una mierda, pero al menos hay fútbol” sobre música de Alberto Iglesias. Funde a negro y títulos de créditos.
Nota: eliminar las referencias a España de cara a un posible remake americano.
citrifulcificante- Mamá Micho
- Cantidad de envíos : 652
Localización : Gerbodonia
Fecha de inscripción : 08/04/2008
Temas similares
» Oda a una Calabaza
» un poquito de historia
» Edmond: gran pelicula
» Informacion para los socios:Entradas para ver el Malaga CF
» un poquito de historia
» Edmond: gran pelicula
» Informacion para los socios:Entradas para ver el Malaga CF
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.