Sin miedo; con la espada de la verdad por delante.

Una vez... hace algún tiempo, aprendimos que nuestros padres no eran perfectos... Que este mundo estaba en continuos ciclos de caos, al igual que nuestras vidas, donde no existe escondite posible donde resguarecernos del dolor y de la pena.
Los cavernarios un dia, hastiados del dolor que veían en el interior de las personas, se atrevieron a mirar directamente a ese caos, a intentar entender de donde venía, que buscaba... pero solo encontraban más preguntas detrás de tantas inquietudes.
Hoy dia me atrevo a decir, con la cabeza bien alta, que encontré mi valentía, la fuerza que me hace no desvanecerme y volver a mirar al caos sin miedo a caerme, pues esa valentia me sostiene... me atrevo a decir sin miedo a críticas que encontré esa fuerza, ese espíritu crítico a mi alrededor que me enseña cada día mi lado más oscuro, malvado y asqueroso...

Esa valentía sois vosotros. Que siempre habeis estado a mi lado, apoyando en los momentos dificiles sin tener que decir palabras, haciendome subir a lo más alto de las montañas solamente para poder gritar y espantar así a mis demonios... agarrandome cuando caía por las calles en momentos de borrachera, y puteandome abiertamente cuando lo merecía o me faltaba ese espíritud crítico interno. No puedo ni daros las gracias porque sé que sin vosotros, sin esta valentía que haré todo lo que esté en mi mano, incluso daría la vida, porque nunca me falte, no sería yo mismo... Quizás sería otro cualquiera... Pero tuve la suerte de encontraros... Gracias por ser mi valentía.


Para concluir, os mostraré un poema que escribí hace unos años... En la cima de Moso, en San Antón, inspirado en el paisaje y en una fotografía de mi primo (Victor Santiago) sentado junto a la cruz apoyadondo la cara en sus manos descansando: (La perdí y no puedo mostrarla pero muchos la habreís visto alguna vez)


Para conservar el calor
me sostengo el rostro entre las manos.
No, no es porque esté llorando.
Me sostengo el rostro entre las manos
para calentar mi soledad.

Dos manos que siempre me han protegido,
dos manos que siempre me han acompañado,
dos manos que siempre han impedido
que mi alma se sumerja
en aquella conocida oscuridad.

Y ahora utilizo mis recuerdos
para al fin poder escapar,
huir de aquello que tanto hiere
hacía algún lejano lugar
donde mi sol caliente mi cordura,
donde el alma de la montaña muestre ese lugar
en el que comienza el sendero
que mi pensamiento intenta encontrar.
Para ya no regresar...
perder el miedo a volver la vista atrás,
de esa forma percibir la realidad
que me haga al fin poder descansar.

Me sostengo el rostro entre mis manos
para no perder el calor.
Me sostengo el rostro entre mis manos
para escuchar esos latidos
y reconocer en ellos,
mi desconocido corazón.